
La violencia de género es un fenómeno que azota con fuerza a nuestra sociedad. Lejos de disminuir, encontramos constantemente ejemplos en los medios de comunicación, incluso en nuestro entorno más cercano. Y pese a la conciencia y el rechazo que esto causa en gran parte de la población, resulta preocupante comprobar cómo las estadísticas aumentan, y lo que es peor, cómo muchos jóvenes y adolescentes mantienen y perpetúan éstas actitudes en sus primeras relaciones de pareja.
Es frecuente preguntarse qué lleva a una mujer a aguantar durante meses y años una pareja que la insulta, la controla y la maltrata. Resulta obvio pensar que la violencia es invisible en las primeras citas, y así es, la violencia aumenta siempre en escalada. Es por ello de vital importancia conocer los primeros indicios, tanto para cortar con ello antes de estar más debilitadas, como para poder ayudar a una amiga o conocida a darse cuenta de la dinámica tan destructiva en la que está entrando.
Durante la primera etapa de éste tipo de relaciones es frecuente confundir actitudes machistas, destinadas al control, con celos e inseguridades por parte de él. La necesidad de estar constantemente con ella, de saber dónde está, con quién, qué hace… Se acaba transformando en recriminaciones por tardar en contestar un mensaje de whatsapp. Éste control que él ejerce aumenta, influyendo en la manera en la que ella viste, criticando a sus amistades, exigiendo conocer las claves de sus redes sociales y/o teléfono móvil, generando situaciones embarazosas en los encuentros sociales, etc, de tal manera que ella va acortando su vida social.
En ocasiones estas actitudes son mucho más indirectas, consiguiendo el agresor que la mujer carezca de tiempo para relacionarse, ya sea estando presente de forma continua en su vida o sobrecargándola de favores y responsabilidades. Un ejemplo sería esperarla todos los días a la salida del trabajo, o acusarla injustificadamente de coquetear con compañeros de trabajo y amigos, argumentando que ha estado esperándola desde hace tiempo y la ha visto hablar con “Fulanito” en actitud cariñosa. A eso se le llama vigilar, poner trampas y espiar.
De forma paralela comienza el maltrato psicológico. Al principio es común escucharle desvalorizar a las mujeres en general, pero pronto comienza a tergiversar las palabras de su pareja de forma que ella siempre parezca culpable. Encuentra defectos en sus actuaciones, no tiene en cuenta sus gustos y preferencias, no la permite participar en decisiones o critica de forma habitual sus opiniones.
A través del chantaje psicológico, la mujer termina por asumir la responsabilidad del bienestar emocional de su pareja. Él se muestra desvalido, expresando dependencia de cara a inducirle lástima en influir en la voluntad de ella. Si él manifiesta reiteradamente lo infeliz que es cuando no está junto a ella, amenaza con morir si ella algún día le deja, habla constantemente de lo desdichado que ha sido hasta que ella entró en su vida…CUIDADO.
Como veis, no hemos hablado de golpes, gritos, abuso sexual ni amenazas de muerte. Todas las conductas que hemos citado anteriormente son muy frecuentes, y se justifican a través de argumentos derivados del amor romántico. Pero tienen grandes consecuencias para la mujer: pérdida de libertad, de red social, distorsión de la autoimagen, sentimientos generalizados de culpa, disminución de la autoestima y dependencia del maltratador. Es en este momento cuando la violencia deja de ser un elemento enmascarado y se hace visible, cuando ella está tan débil, que salir de esta espiral de destrucción es mucho más difícil.
«Es muy común que las mujeres piensen que soportar el maltrato y la crueldad y luego perdonar y olvidar es una muestra de compromiso y amor. Pero cuando amamos bien sabemos que la única respuesta sana y amorosa al abuso es alejarnos de quien nos hace daño».
Bell Hooks
María Espigares de Silóniz | Psicóloga y Psicoterapéuta Gestalt en Madrid
m.espigares@psicologiamentae.com